miércoles, 6 de febrero de 2013

Caro fratello




Qué magia del pasado
nos ha encontrado, hermano mío,
que en el hablar de otros
nos sentimos reflejados?
Y no tardó en el ágape ritualizado,
la impronta de magos nocturnos,
eruditos grabes, poetas oscuros,
que nuestros mazos se mezclaron.

Crucé el jardín divisor
detrás de la bella bruja,
al la morada familiar
de ti, buen ermitaño.
Y como conocedor que eres
de los escritos sagrados, peregrino amado,
mencionare el 18, 1, de la primera de Samuel
para que entiendas (en líneas santas) como me he sentido.

Las estrellas brillan en nuestros encuentros
colgadas de sabiduría eterna,
cubriendo tertulias druidas de almendro,
de tabacos varios y espumoso alcohol.

Hablas el mismo idioma secreto
de sarcasmo, bondad y recuerdos,
y las lagrimas soltamos a risotadas
con lo abstracto de la sabiduría oriental.

El impenetrable marfil de tu torre
se convierte en el claro de Rhosgobel,
sirviendo y contemplando a los llegados,
aun siendo tu un venerable rey,
entre aves de papel y valles de libros,
montañas de anaqueles históricos,
que vislumbras el devenir oculto,
ojos claros que el futuro ve.

Hombre de lumbre y biblioteca
que en la penumbra del agradable vino,
la lonja de queso y el pan de semillas,
decides en reunión compartir.

Vínculo fuerte y duradero,
leal caballero de orgías mentales,
fiel te brindas al clan elegido,
anteponiendo las aventuras que has dejado.

Fuerza del árbol maduro
plantado frente a la casa de Marie Anne.
Brilla el anillo prometido
en el arcano de la cuarta baraja.

Nimoogueano de la estirpe de orejas alegres,
tu virtud no solo es un rostro de gracia,
ni en humos y pipas son las palabras,
si el conocimiento no lo integras al mundo.

Fresno humano de peces en el cielo,
cuanto hemos hablado bajo el candil!
Melodías desconfiadas tocas en las cuerdas
cuando el negro mastín bate sus palmas.

Muchos, de tu vida, me dirán en palabras torcidas,
y en envidia bromean estúpidos sin saber que:
El monje se viste de hombre en hogar compartido
y el toro se desviste para entregarse como dama.

Es a mi, riqueza del alma,
como en aquel monasterio de una vida lejana,
con pies descalzos y viejos atavíos,
estar caminando en cofradía santa,
o de parranda burguesa y erudita,
esteparios casquivanos de vida mundanal,
en el funeral de un Dios olvidado,
prometimos que después de muertos, reencontrarnos.

Qué magia nos ha unido,
oh Hermes, en este tiempo?
La que de ti admiro, contemplo,
atesoro, extraño y me entrego?
El privilegio de ser tu amigo,
de recordarte lo aprendido,
de oír tu don parlante, y,
desde el alma llamarte hermano?

Nel percoso di magici e carta veggenti
che noi caldo torre refugio nel mondo,
scrivere la storia di grande amici,
di esscre amato come scelto fratelli!

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