viernes, 11 de enero de 2013

El Barco.


Otro capitulo de mi nuevo libro "Marie Ann y Yo".

3. El Barco.

Antigua construcción que unes puntos
que desde tiempos antiguos
al hombre empujabas a nuevos caminos
para indicarle una dirección.

Que enseñas en solitario y en compañía
a la unión o la autosuficiencia
al empuje de lo que se sueña o se encuentra,
quizás difíciles, superados con firmeza.

Lento y seguro en la valkiria divina
o en el navío que infla velas a lo explorable,
que en las aguas indómitas o conocidas
abrigan esperanzas de lo nuevo.

No importan los días
y si el tiempo nos impele.
El Dios de las aguas nos guía
cuando con reverencia nos entregamos.

Nuestros cuerpos se desplazarán
con vista a tierras remotas,
y el espíritu llegará en viajes de mundos
en la barca que no surca mares.

Cuando nuestras alforjas estén a bordo
será por decidir una evolución de lo que hacemos,
y así, nuevas costas verán el trabajo
que abultará nuestras arcas.

El viento y las corrientes nos llevarán
a conocidas tabernas de puertos,
al encuentro de memorable compañía
y nuevos hombres de mares.

Atrás dejamos la casa conocida
y los problemas serán distantes en el horizonte.
El reencuentro tiene otra mirada
y las diferencias fueron pulidas con las piedras de las orillas.

En alta mar la cocina es austera
beneficiando la vida oceánica.
No sólo banquetes de grasa olvidemos en tierra,
sino que la sal sólo esté en las aguas.

Danza barca en los flujos de la tierra
y acúname en sueños y en momentos de alcoba.
Bajo las estrellas encenderé velas
para agraciar a la sirena que me acompañe.

No hay maldición en el navío.
La persona amada es marinero y capitán.
Pero si tu andar de mares es solitario
al llegar al muelle abra una boca para tus labios.

Oh barca del espíritu,
nave errante del cuerpo palpable
llévame donde mi vida sea ventura
donde mi historia he de contar.

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